Pero ni bien pudo destapar un poco la tapa, fue recibido por el peor, más asqueroso, más repugnante, más ignominioso olor a podrido de su vida. Además, había olor a orina, a mi-, a sudor. Dio arcadas, trastabilló, se cayó de cu-, se levantó pesadamente y escapó cobardemente. El olor le podía, iba a vomitar. No lo hizo por poquito.